lunes, 19 de agosto de 2013

El reto de inspirar lectores en el mundo de la imagen (Entrevista de El Diario)



Víctor Fleitas de El Diario de Paraná, Entre Ríos, tuvo la gentileza de entrevistarme en relación con los jóvenes lectores y la literatura.
Una gentileza sin igual. 
FUENTE:

http://www.eldiario.com.ar/diario/interes-general/nota.php?id=89172


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Hay personas o lugares claves en la memoria lectora de Gabriela Monzón. La mamá leyéndole en voz alta, por las noches, antes de conciliar el sueño, relatos de Emilio Salgari, Julio Verne o Louis Alcott; junto a la tía Ñata prestándole historietas, fotonovelas y ejemplares de Corin Tellado, bajo juramento de que sean tratados con el máximo cuidado. La biblioteca en el Colegio de las Mercedarias, maravillosa en su evocación, en la que tomaba contacto con un material distinto al del trabajo escolar, como cuentos y clásicos juveniles; junto al recuerdo de una monja de la congregación que cumplía a rajatabla con el ritual de leerles algo al término de su clase. Finalmente, en otro pliegue de la nostalgia, un verdulero llegado de Buenos Aires que, en los fondos, más allá de las legumbres y las frutas apiladas, atendía una compraventa de obras literarias de masivo consumo, y le hacía un descuento acorde a su inquebrantable voluntad adquirente. La entrevistada citará entonces que el afán por la lectura la llevará a la escritura. Y que en ese camino de doble entrada a la expresión, fue incentivada por maestras y profesoras cuyos rostros parece rememorar mientras cita el detalle y sonríe, como quien se traslada a coordenadas precisas del tiempo y el espacio vivido. Criada en proximidad al predio del Ejército, cuando todo aquello estaba mucho menos habitado, irá desplegando a lo largo de la charla, una serie de formulaciones que se corresponden en buena medida con su experiencia vital, incluso sin que enteramente sea consciente de ello. “Luego descubrí que este disfrute por la lectura y la escritura se acompañaba por el placer de la docencia”, dirá, la profesora de Castellano, Literatura y Latín y licenciada en Lenguas Modernas y Literatura, con postítulo realizado sobre Actualización en Literatura para Niños del Instituto Almirante Brown de Santa Fe y posgrado Diplomatura y Especialización “Lectura, Escritura y Educación” de Flacso. De sus primeras experiencias laborales en localidades vecinas, le han quedado grabadas las vicisitudes con el transporte (“morirte de calor en verano y de frío en invierno y agradecer si el colectivo llegaba a destino”) y la distinta noción del tiempo a la que el viajero se acostumbra, como algo irremediable. Ahora, con más de dos décadas de trabajo continuo en los distintos niveles del campo, se desempeña en relación con las prácticas del cuarto año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Uader. Los nuevos lectores en un mundo dominado por la imagen, será el eje que organizará la conversación.
–¿Con qué realidad se encuentran en los espacios donde se promueven nuevos lectores?
–Muchas veces, los lectores que hallamos en la adolescencia no tuvieron buenos encuentros con los libros durante la infancia. Eso no significa que no puedan convertirse en apasionados lectores, más allá de que lamenten no haber disfrutado de ese placer desde niños, sea porque la familia o la escuela no los inspiraron.
–¿Se aprende a ser lector, incluso en estos tiempos?
–Una especialista española, Gemma Lluch, señala que las nuevas generaciones pasan con mayor solvencia que los adultos de una narrativa a otra, de los videojuegos a los dibujitos animados, de los cómics a las películas y de ahí a la literatura. Ese diálogo, propio de viajeros que circulan con mucha eficiencia entre distintos tipos de relatos, puede advertirse en los nuevos libros infantiles, que buscan captar a un público acaso más amplio, en el que el ilustrador ya no es un complemento, una nota secundaria del texto base, un adorno, sino que en muchos casos es lo más relevante de la publicación. El libro es distinto desde su génesis porque el artista plástico trabaja junto al escritor o es directamente el que escribe y la estética, la gráfica, responde a distintas escuelas, rompe los moldes.
Hay igualmente un stock de libros tradicionales, no siempre de buena calidad literaria, con una mirada sesgada, moralizante, muy orientada a promover ciertos y determinados valores. Pero, junto con esa oferta tradicional, aparecen estas alternativas, que nos devuelven a niños, jóvenes y adultos a la satisfacción de tener un libro entre las manos.
–Una recuperación del libro en tanto objeto…
–Hay un esmero notable en las portadas, en las páginas interiores. Quiero decir, no obstante, que es muy interesante lo que pasa con los niños y adolescentes en tanto evaluadores de la obra: pescan al vuelo la intención del adulto de moralizarlo, de indicarle lo que tiene que hacer. Y, acto seguido, lo rechazan o resisten.
–Eso aparece en los encuentros que tiene con lectores jóvenes…
–Y al revés también: disfrutan, no importa la edad que tengan, si uno no les impone la lectura sino que los deja en completa libertad para que asuman su propia experiencia, más allá de poder ayudarlos a evaluar, de sugerirles títulos. Lo más importante, creo, es que uno consulte por sus intereses y desde ahí oriente.


AL INTERIOR.
–Habló de detectar los intereses del otro. ¿Qué es eso?
–Preguntar qué música escuchan y por qué, no de manera inquisitoria, si no realmente para enterarse qué les llama la atención; si algún asunto en particular los inquieta, si se sienten atraídos por alguna rama del arte o por cualquier actividad humana, no necesariamente la literatura, para encontrar otras vías de acceso al hábito y el disfrute de la lectura, en tanto práctica que los conecte con esa esfera de lo sensible. Hay que tener en cuenta que siempre hay un libro esperando: el asunto es dar con él.
Lo que me ha pasado en distintos clubes de jóvenes y niños lectores es que los que en principio rechazan la lectura, luego se entregan a ella cuando ven lo que les pasa a sus pares. Ayuda mucho el hecho de que haya tanta variedad de libros, ficción, sobre las ciencias, el arte, de aventuras y ciencia ficción, sobre la historia del cine, los deportes, el cuerpo humano, la vida animal, con planteos atractivos. Recuerdo ahora a la editorial Iamiqué, pero no es la única por suerte donde los saberes se transmiten amablemente, como si fueran parte de un juego. Sin dudas, son lecturas que pueden despertar las ganas de acercarse a los libros.
–¿Hay sorpresas en el contacto con los lectores iniciados?

–Muchas. Cualquiera sospecharía que no saben nada de mitología y sin embargo les puede haber llegado por un videojuego o una serie de televisión. Y, si se está atento, por ese camino alternativo a lo eminentemente letrado también se puede inspirar intereses lectores. Tal vez todo se simplifique, digo, si los adultos cambiamos la perspectiva y aguzamos la mirada en torno a lo que les pasa a los jóvenes y los niños.
–¿Alcanza sólo con inspirar la lectura o es conveniente además invitar a que los nuevos lectores cuenten lo que van leyendo?
–Contar historias es parte de la naturaleza humana. Esa experiencia atraviesa las distintas culturas y las diferentes etapas de la historia. Hay algo ancestral que se juega en eso tan cotidiano como compartir historias. De hecho pone en marcha ese mecanismo mágico y potente de la imaginación, en un circuito que perfectamente puede ser de ida y vuelta, es decir que la inspiración a imaginar también me aproxima a la lectura. Está bueno que los adultos los empujemos a que exploren las fronteras de la fantasía, no que los coartemos.
Digo esto a sabiendas de que el adulto ocupado muchas veces no se ocupa suficientemente de los niños y, entonces, los exponemos ante el televisor, la computadora o el videojuego para sacárnoslos de encima. Pero no debemos descuidar que el acceso a la imaginación es también un derecho que tienen los niños, que además la imaginación debe ser alimentada y que entonces los mayores tenemos mucho que aportarles en ese sentido. Hay que procurar un equilibrio, ¿verdad?, para lo cual debemos amoldarnos a sus nociones del tiempo, no sólo obligarlos a que ellos se adecuen a nuestras urgencias.
Una autora francesa, Michele Petit, explica claramente cómo cambia la vida de las personas cuando toman contacto con las historias refugiadas en los libros. Y, en ese sentido, postula que esta gimnasia de sumergirse en la ficción es absolutamente necesaria para el desarrollo del pensamiento.
–¿No para escaparse del mundo, dice?
–Habría que revisar ese concepto: no debiéramos leer para irnos del mundo, para ausentarnos; sino para salir por un rato del agobio cotidiano para, desde la introspección, volver con otros ojos, para mirar todo desde distintos lugares. De manera que lo conveniente es que haya espacios para acceder a la literatura y también para crear. Me viene a la mente un grupo de adultos mayores con el que estoy trabajando: tienen tantas ganas de leer y escribir. De manera que la literatura, la palabra, nos puede estar esperando en cualquier recodo de la vida.

Lo propio y lo dado

–Escribir sin importar si se está al nivel de los consagrados…
–Escribir es un modo de expresión, ante todo. Graciela Montes habla de la frontera indómita cuando alude a ese lugar que habita la literatura; lo compara con lo lúdico, en el sentido de que cuando se domestican las normas deja de ser juego, pierde encanto, magia.
No podemos desconocer por otro lado que la literatura es un objeto de mercado, de consumo, un producto cultural que sigue ciertas reglas, que las editoriales y los autores pretenden que resulte redituable, pero eso no debería ser un estigma porque también se encuentran textos interesantísimos entre aquello que circula comercialmente. Tampoco tiene sentido rechazar lo masivo porque sí: hay de todas las calidades y lo interesante es estar en condiciones de discernir.
Por fuera de lo literario, pero dentro del mundo de los relatos, hay una tendencia a plantear dilemas presuntamente, no infantiles. Las películas de Tim Burton, incluso en adaptación de textos clásicos infantojuveniles, son un ícono, pero no le van en zaga las primeras producciones de Pixar. Es interesante cómo aparecen temas “prohibidos”: la muerte, la enfermedad, la discriminación.
Pero no es menos sorprendente descubrir que muchos prefieren el libro a la adaptación cinematográfica. O que a partir del filme se vaya a la obra literaria original. En fin, las trayectorias son absolutamente personales y todas respetables. Hay quienes arrancaron de “Crepúsculo” y pasaron a buscar obras de Jane Austen, William Shakespeare o Charlotte Bronte.

–¿Qué no debiera pasarle a un lector novel?
–Que el libro lo expulse o que los adultos le clausuremos el acceso, por prejuicio. Hay que ofrecer un abanico variado y dejar que el otro opere desde su sensibilidad: nada peor que forzar. Leerles en voz alta, ayuda; que vean a los adultos leer, también. Y aceptar, incluso, que el otro no quiera leer lo que a nosotros nos gusta.

–¿El sistema educativo es proclive a estas opciones o todavía las repele?
–Está a mitad de camino. La formación es bastante cerrada en torno a que algunas se pueden leer y otras no. A veces la experiencia en el aula, el contacto directo, hace que el docente se reconvierta, pero cuando arranca lo hace generalmente con la visión esquemática con la que fue formado. Todo arranca en la universidad: de ahí tiene que venir la apertura.

–¿En serio?
–Para la universidad, la promoción de la lectura y la literatura infantojuvenil es un tema menor. Hay una fuerte resistencia, sobre todo en la formación de docentes para el nivel medio. Es menor que en el nivel inicial, pero igualmente la escuela sigue legitimando ciertas lecturas y rechazando otras. Muchos chicos se hacen lectores por fuera del ámbito escolar, porque en la escuela es el adulto el que elige por ellos.

Frases dichas

“Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad.”
(Karl Menninger)

“La lectura es de gran utilidad cuando se medita lo que se lee”.
(Nicolás Malebranche)

“La lectura hace al hombre completo; la conversación ágil, y el escribir, preciso”.
(Francis Bacon)

“No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia cuando el corazón está sano”.
(Jacinto Benavente)

“La lectura es la gran proveedora de argumentos, la clave para que los demás te escuchen”.
(Gran Wyoming)

“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”.
(Jorge Luis Borges)
Víctor Fleitas vfleitas@eldiario.com.ar

martes, 6 de noviembre de 2012

Yazmín, una fan de Harry, me entrevista...


 Yazmín es una voraz lectora adolescente. Pero además es una fanática de Harry Potter, de El señor de los anillos y de otras tantas historias que a mí también me apasionan. Y por si fuera poco es mi alumna e hija de otra gran lectora -Zulma- una compañera de estudios del Profesorado con quien hemos compartido momentos memorables.
Y sumado a todo eso, me solicitó si podía responder algunas preguntas en un reportaje vía mail para un trabajo de investigación que está haciendo. Esto resultó de su consulta. 
Me encantó poder contar estas cosas, ahora las compartimos con uds.
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¿Como educadora y lectora, qué crees que es lo que lleva a los jóvenes y adultos a interesarse por Harry Potter?

Creo que la historia es apasionante, está bien escrita, tiene una solidez y coherencia asombrosas, una imaginación magistral y básicamente a cada uno nos habla desde el lugar de lo humano. Porque al fin de cuentas más allá de lo fantástico es una historia profundamente humana, de los miedos, pesares, angustias, alegrías, deseos, sueños de cualquier persona, y sin duda una bellísima representación de la lucha del bien contra el mal.  
¿Ves que los jóvenes se han comenzado a inclinar más por la lectura al aparecer este tipo de novelas fantásticas y que se las haya llevado a la industria cinematográfica? (como ejemplo Percy Jackson, El Señor de los Anillos, Crepúsculo, Los juegos del hambre)

  Considero que hay un antes y un después de Harry Potter en el mundo de la lectura y en el mundo editorial, incluso escribí un trabajo al que llamé "¡Alohomora! O de las puertas que abrió Rowling", y precisamente se dedica a analizar lo que ha sucedido con la edición de libros para jóvenes (en el contexto hispanohablante) traducidos al español de obras que muchos otros autores del mundo están escribiendo para adolescentes y que apuestan precisamente a las sagas o series de aventuras, de ciencia ficción, fantásticas, de amor...etc. Eso sucedió luego del fenómeno de lectura universal que fue Harry Potter, y sin duda que el cine con la realización de películas sobre sagas ayudó. "El señor de los anillos" educó a un espectador para que esperara la continuación de una realización cinematográfica (cosa que no se había hecho nunca), y además sumó otro fenómeno de lectura de los libros a nuevas generaciones que no habían vivido el fenómeno anterior de las novelas de Tolkien en el siglo pasado. Y de este modo se abonó el terreno propicio para que cine y literatura empezasen a dialogar más aún y generasen un nuevo lector/espectador que va y viene de una creación a otra, siguiendo las historias que ama.
Pero no todos los lectores gustan de lo mismo y se fueron generando lazos y nuevos grupos de lectores, quienes leían Harry no necesariamente leen El señor de los anillos, o Crepúsculo, pero a veces sí. Surgen nuevos fenómenos de lectura y se van produciendo nuevos "antes y después" de Crepúsculo, de Los juegos del hambre... lo que es genial ya que este lector joven actual tiene abundante material de lectura excelente dedicado a él. Me recuerda de algún modo mi adolescencia en la que la fuente de lecturas eran los clásicos juveniles del S XIX y pienso que actualmente estamos en una etapa en la que se están fraguando nuevos clásicos juveniles.
¿Crees que a partir de novelas como Harry Potter se puedan interesar en la mitología?
Sí, puede ser, si bien también creo que abre las puertas de la imaginación a la fantasía. Rowling es una maestra integrando en sus historias personajes de la mitología griega, celta, nórdica, a la vez que personajes legendarios de la mitología universal (las sirenas, el vampiro, el hombre lobo, etc.) y también creando nuevos personajes que re−elaboran otros y algunos francamente originales surgidos de su imaginación.
¿Qué le aporta Harry Potter al joven lector?
Supongo que ya lo conté, pero básicamente una historia que llega al corazón, que emociona, que atrapa en sus peripecias, que permite seguir la evolución de un chico hacia su madurez, que no solo nos hace vivir esto desde afuera sino meternos en el pellejo de cada uno de los personajes que se vuelven entrañables. Los lectores de Harry Potter de cualquier edad, no solo niños y adolescentes, queremos volver a Hogwarts una y otra vez porque lo sentimos nuestro hogar como Harry mismo. 
¿Y a vos qué te aportó?
Uyyy, creo que me estoy repitiendo. Desde mi infancia amé las historias que me dejaran habitar en ellas, que me permitieran ingresar en un mundo imaginario, y eso me sucedió con Harry Potter. Yo me enamoré de ese mundo, y viví las historias junto a los personajes con una intensidad de experiencia emocional única. Y creo que eso, solo lo logran algunos libros y no tiene que ver ni con el prestigio, ni con los lauros académicos de los autores, ni con la publicidad. 
¿Cómo fue tu experiencia con la lectura de Harry Potter, quedaste maravillada desde un principio o tenías tus reservas?
Entré ingenuamente al mundo Harry, cuando nadie lo conocía por estas pampas, una mamá lectora docente se lo compró a su nena y como sabía que yo me dedicaba a la literatura infanto-juvenil me lo recomendó. Lo compré y lo tuve un tiempo allí en la biblioteca, dos o tres veces lo inicié y lo dejé, porque -aclaremos- que los dos primeros capítulos de Harry Potter y la piedra filosofal son un tanto densos. Hasta que un día no pude parar de leer, y al terminarlo estaba enamorada hasta el tuétano de esa historia, deseaba conseguir urgentemente los libros que seguían, así que me los compré usados (porque eran más baratos), ya que en ese momento la saga ya iba por el tercer tomo, o sea que ya no hubo vuelta atrás. Y esos libros son para mí, destripados como están, doblados de humedad y con páginas sueltas unos de los objetos más queridos y preciados.
Sin duda que debo aclarar también, que no soy prejuiciosa con la literatura, que lo único que me genera reservas es la autoayuda (no puedo evitarlo), pero debo ser de las docentes más transgresoras en cuanto a lecturas y propuestas lectoras, ya que la escuela y la universidad son elitistas y cerradas y no pretenden formar lectores aceptando a los lectores como son realmente, y no fue así como yo me hice lectora. Por lo que creo que los lectores jóvenes no leen apasionadamente por la mera influencia de la publicidad como sí hacen los grandes, si un chico se lee un libro de 800 páginas algo hay en ese libro que lo conquista. Y eso es legítimo más allá de toda prueba o duda. Yo amo los libros para niños y adolescentes, leo más literatura infanto juvenil que otra cosa hoy en día, y no considero como muchos que sea una cuestión menor, la buena literatura para jóvenes es tan crucial como la buena literatura para adultos. Y cuando digo buena digo bien escrita, con tramas sólidas (si hablamos de narrativa), que se permita jugar con el lenguaje y con imaginación. Los prejuicios a veces no permiten ver eso. Sobre todo los prejuicios vinculados al mercado, no todo lo que vende es bueno, ni todo lo que no vende; tampoco es bueno solo porque venda, relativicemos.

¿Cómo educadora recomiendas la lectura de las sagas de Harry Potter?
No me gusta "recomendar lecturas" como "educadora", recomiendo lecturas como lectora empedernida, voraz, incansable, apasionada, obsesiva. Alguien que no puede vivir sin leer, y eso es lo que me hizo ser docente, si no hubiera sido lectora antes que nada en la vida no hubiera sido profesora. Entonces... SÍ, OBVIAMENTE que recomiendo con alma y vida las novelas de J. K. Rowling, como lectora. Y por qué no también como adulta que se dedica a explorar y analizar el mundo de la literatura infantil y juvenil. No como educadora porque parece que estaría recomendando algo que es "educativo", algo que es didáctimcamente valioso, y nunca hay que juzgar a los libros con ese parámetro para decidir si recomendarlos o no. Los peores libros para niños y jóvenes son los que tienen el mensaje obvio y soberbio del adulto enseñándole a algo, los que se eligen porque "te dejan un mensaje explícito", los que privilegian eso por sobre la creación literaria son generalmente lo mismo que "una tarta de chocolate que adentro tiene espinaca" como dice una autora uruguaya, simulan ser literatura pero no son más que otra lección de los grandes que aprovechan toda ocasión para "educar" como si los niños fueran tontos y les pudieran engañar. La mejor literatura siempre hace pensar, enseña, conmueve, nos genera algo adentro que tiene que ver con nuestra humanidad, y eso pasa con Harry Potter, pero lo recomiendo porque son una experiencia inusitada y mágica que vale la pena vivir.
Aun así, hay que conocer al lector, dejarlo elegir, si lo obligás a leer Harry o cualquier cosa, lo único que vas a lograr es alejarlo, no contagiarle el amor por la lectura.

domingo, 26 de agosto de 2012

De cambios, adioses, lecturas y tecnologías...

Si de promesas incumplidas se trata, creo que mi anunciado regreso a la participación en este y otros de mis blogs viene batiendo récords. Lo cierto es que parece ser que cuando más tiempo se tiene más se pierde, o esa es la impresión que me ha empezado a dar últimamente.
Hace unos años atrás, cuando viajaba al interior de mi provincia a dar clases cuatro días a la semana, y dividía mi tiempo entre mi trabajo en el secundario, la formación de maestros, la capacitación, el hogar, mis animalitos, ah, claro ...mi esposo... tenía tiempo y ganas para dedicarme a escribir ponencias, a crear ficción, a leer compulsivamente y ¡encima! a mantener en funcionamiento hasta cuatro o cinco blogs...
No estoy segura exactamente de qué ha sucedido, pero desde el 2010 en adelante, aún con más disponibilidad de tiempo para hacerlo he dejado de tener ese imperioso deseo de mantener activo este espacio virtual y los otros que tan entrañables me han sido desde que empezara mis andares en ellos allá por el 2007.
Supongo que no solo cambió mi estilo de vida al concentrar mi labor docente en mi propia ciudad (¡adiós eternos y odiosos viajes para trabajar!), sino también que al dejar la formación de maestros y empezar de cero en la formación de profesores en Lengua y Literatura sufrí una especie de shock de adaptación: dejé de enseñar literatura infantil, debí cambiar la alfabetización inicial por la didáctica de la lengua y la literatura en la secundaria, debí generar a pulmón la reflexión sobre la promoción de la lectura cuyo tratamiento en la universidad está totalmente obviado. Y sin duda, piénsese que inicié -bastante veterana en la docencia- la incursión en un espacio que me resultaba y me sigue resultando un tanto ajeno (hablo de la universidad, puesto que provengo de años de ejercicio en un instituto de formación terciaria) lo que me llevó a descubrir cuán llena de guetos está la educación.
Y si vamos a buscar razones no puedo menos que pensar en que se suman además una serie de motivos de diverso calibre. Uno de ellos -quizá el de más peso, puesto que el ser docente ha sido uno de los ejes de este y mis otros blogs- es el de padecer una cierta desilusión acerca de esta profesión a la que he dedicado incansablemente más de 20 años de mi existencia. Diversas circunstancias me han llevado a pensar que darle la vida a una profesión casi hasta el agotamiento y con un entusiasmo a prueba de todo tipo de contratiempos quizá haya sido pecar de soberbia o -en el mejor de los casos- de ingenuidad... 
Así las cosas, no puedo menos que reconocer que aunque la docencia sigue constituyendo un eje central de mi vida diaria puesto que sigo ejerciéndola y es el trabajo al que me dedicaré (tal y como van las cosas) hasta jubilarme; como suelo decir en ocasiones ..."ya estoy muy vieja para estos trotes": para lidiar con directivos incompetentes, con padres irresponsables o irracionales, con adolescentes indiferentes y agresivos, y con un sistema que es casi una picadora de carne: burocrático, inflexible, fosilizado y manejado mayormente por políticos corruptos e ineptos. Sí, millones de personas en ella son geniales, pero uno no se las cruza todo el tiempo y a cada paso, y lo cierto es que con los años el árbol empieza a tapar el bosque...
Entonces, con pocas ganas de seguir ejerciendo la docencia, empecé a sentir pocas ganas también de continuar el blog...
En otro orden de cosas, quizá deba hacer un honesto "mea culpa" y  reconocer que mi querido blog, aun cuando cuenta con un grupo increíble de seguidores, aun cuando haya gente fabulosa que lo visita fielmente, aun cuando tantos hayan echado de menos sus publicaciones, fue quedándose en el tiempo: no me uní al loco tren de las redes sociales y me niego a hacerlo, no incorporé cada nueva herramienta digital que el resto de los bloggeros probaba a cada paso y me mantuve fiel a mi estilo proveniente del mundo letrado y no del audiovisual: lleno de "mucho escrito".
Paralelo a todo esto, siguió y sigue (¡al fin algo que no cambia!) mi apasionado amor por los libros, la lectura, y sin duda muy especialmente la literatura juvenil. Sin embargo, empecé a sentir que habiendo tanta súper-abundancia en la red de recomendaciones de literatura en general y de juvenil en particular, además de que llegó un momento en que no podía seguir el ritmo de lo publicado (incluso en este país tan mezquino a la hora de editar lo que se publica en otros sitios), mis reseñas iban a contramano del mundo: pocas, atrasadas, una entre millones... Sí, una tontería, porque una de las cosas que han caracterizado el blog han sido mis recomendaciones de libros, y sin duda ha habido gente muy generosa que las ha leído, seguido, ponderado, comentado, pedido, en fin...

Así las cosas, dos hechos más jalonaron este tiempo de "ausencia", y en cada ocasión en que decidía volver al blog se me atravesaron en el camino reclamando un espacio de esa tarea escrituraria y -debo reconocerlo- haciéndomela difícil, y aunque en esta ocasión quizá no los aborde como se lo merecen -ya agarrado el toro por las astas- no los dejaré de lado. Son dos hechos tristes, dolorosos, desconcertantes como la vida misma, pero que mi en blog debo aludir.
Uno de ellos es el fallecimiento de ese hombrecito enorme y amoroso que fue Eduardo Dayán, exultante de júbilo y energía,  lleno de generosidad, pleno de calidez, de entusiasmo, de poesía, quien se acercó a mí -una perfecta desconocida- con un abrazo y una sonrisa aquel día en que por primera vez leía una ponencia en el Congreso de promoción de la lectura y el libro en la Feria del libro de Buenos Aires, e hizo que esa aventura valiera la pena. Y desde entonces, me alentó, me aconsejó, me convidó con infinitos gestos que solo los que amamos la lectura podemos compartir sintiéndonos hermanados en una solidaridad silenciosa.
El segundo fue la partida hacia similares rumbos de Gustavo Roldán, con cuyas historias de animales reí hasta las lágrimas y lloré hasta la risa, y convidé a tantos futuros maestros.
Para mí se hace extraño aceptar que en la literatura infanto-juvenil pesan esas ausencias.

Y aun así, siempre hay algo que nos reclama en aquellos espacios en que hemos gozado, en que hemos construido una pizca de nuestra felicidad... En este tiempo de alejamiento ha habido personas maravillosas que se acercaron pues vaya a saber por qué caminos llegaron a algunos de mis blogs, hallaron algo valioso en ellos, y les dio ganas de comunicarse; o se acordaron de lo que yo hacía y generosamente decidieron escribirme. 
En fin, a veces los silencios son necesarios, quizá sea el momento de volver a lanzar palabras al mundo, porque siempre hay alguien esperando en los caminos infinitos de la red, y las palabras, como las piedas arrojadas al río, generan ondas que uno nunca saben dónde irán a parar...

Gabriela


Gracias Alicia Martínez de Luis Beltrán, Cristina Velázquez de Buenos Aires, y Jaqui Brandolín (mi queridísima ex alumna), uds. fueron algunas de las voces que me terminaron decidiendo a volver al blog.